miércoles, 7 de junio de 2017

Convivir en familia

Tenemos mucho por aprender de los más chiquitos! A veces me gustaría sacarme de encima tantos años de "experiencia de vida" tanto "aprendizaje" y volver a esa pureza y simplicidad que tienen los chicos.

Le damos tanta vuelta a la enfermedad que tiene un integrante de la familia, nos preocupamos por qué decirles a los hijos, hasta dónde ellos deben saber tal o cual síntoma. Y resulta que ellos al no conocer lo que realmente significa, por ejemplo el cáncer, viven la enfermedad como un resfriado que no termina nunca, que se instaló en su papá, mamá u otra persona cercana y que sólo lo ven como una molestia para el día a día. Menos mal ¿no?

A veces se hartan de esa "molestia" porque, en nuestro caso, su mamá está enfocada en su papá principalmente que es quien lleva la carga mayor.

Otras veces lo naturalizan tanto, pero tanto, que dan por obvio que su papá no puede hacer algo (y quizás justo ese algo sí lo podría hacer jaja, como que dan por descartado que tenga la fuerza o las ganas sin siquiera preguntar).

Pero lo que a mi me impresiona más es la convivencia con la enfermedad en la familia.
Convivir: vivir con, existir juntos.
Si, no hay mucha opción, o convivís o se desintegra la familia. Lamentablemente hay casos en los cuales una enfermedad no puede convivir con la familia y termina separándola, pero creo que no es lo común.
Ahora, hay que aprender a convivir ya de por si entre los seres humanos, con el planeta, en un barrio, en un colegio, en el trabajo pero fundamentalmente en la familia. Se dice que ésta es la base de la sociedad...yo le agregaría que es la base de la convivencia a nivel mundial. Si una persona no puede convivir en paz y armonía dentro de su hogar, cómo podrá hacerlo fuera de éste??

Habiendo problemas de convivencia previos a la enfermedad en la familia, con la llegada de esta "estupenda" noticia, esos cortocircuitos pueden empeorar o desaparecer. Y ¿de quién dependerá el desenlace final? adivinen adivinador...del acompañante!!! Jaja, y sí, más allá de que cada uno de los familiares hagan su aporte a la solución (o no) del problema, el director de orquesta será justamente el que también lleva la responsabilidad del paciente.
Con esto no dejo a cargo de la convivencia únicamente al acompañante y menos echarle la culpa si explota todo!!! NOOO!!
Pero, siempre hay un pero, puede ir guiando a la familia hacia la armonía y paz del hogar.
Hay varias formas de mantener la paz en la familia, cada uno hará sus propios experimentos. Algunos con golosinas, otros con la música, otros con la oración, etc etc. como sea, creo que si lo que se intente hacer se hace con amor, no tiene por qué existir una convivencia conflictiva.

Retornando a los hijos, la enfermedad y la convivencia. Un método que a mí como acompañante me sirve mucho es observar y escuchar a mis hijas.
Con la rutina, los días que vuelan y las diferentes necesidades que puede tener una persona con una enfermedad crónica, los hijos quedan un poco en segundo plano. Como madre ya naturalmente una tiene el rol de mantener el equilibrio en el hogar, pero si además sumamos un invitado especial "no bienvenido" como es el tumor, ahí ya el trabajo se duplica.

Hay momentos en los cuales la observación es indispensable para mantener la convivencia en paz.

Por ejemplo, cuando una hija tiene una noticia muy especial para contar y llega su papá dolorido, exhausto y pensando en cómo no sentir su cuerpo que le está jugando una mala pasada. En ese momento nuestra intervención es necesaria para evitar alguna mala contestación por parte de su papá y en consecuencia una tristeza en quien traía una buena nueva. Quizás parezca irrelevante, pero les puedo asegurar que si miran los ojos de sus hijos en ese momento, para ellos es su vida! Este es un simple ejemplo, así hay millones pero lo que quería destacar es la observación por parte nuestra de la situación.
Los chicos se conforman con tan poco, decimos los grandes. Y nosotros ¿con qué derecho decimos que es poco un beso, una mirada, una palabra o simplemente una oreja para escuchar? Ah, no entendemos nada...eso no es poco, eso vale oro!! o pregunten a los adultos que no reciben eso cada día, cuánto darían por un poco de amor!!

Cerrando el tema de la convivencia, creo que los mejores maestros para enseñarnos a convivir en paz y amor son los hijos. Escuchemos lo que tienen para decirnos y observemos sus necesidades y gestos. Más de un adulto va a querer ser niño otra vez o por lo menos va a sentir que desaprendió con la vida lo importante...

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